¿Cómo enamorar a alguien en siete segundos?
Pero todo aquello no tenía sentido. No lo tenía hasta que apareció él con una botella del mejor vino que había probado jamás.
Enamorarse es como probar el vino a los 17 años. Te sientes adulta, imitas a la estrella del cine francés y abres la botella… No, no, mejor, te la abre un chico con cara de niño: descorcha la botella con sus jóvenes e inexpertas manos, el corcho se rompe, pero no pasa nada. Consigue sacar el resto. Te sirve una copa. Tú, emocionada y tan madura, agitas la copa, tan sólo un par de segundos, y lo tragas todo de golpe, como si de un chupito de tequila se tratase. La falta de costumbre, la falta de experiencia. Un par de copas más con un sabor agrio y ácido a la vez, y el mundo se tiñe de color rosa: te sientes radiante y capaz de todo…
Te despiertas al día siguiente con una resaca enorme. Ese vino…
Ahora, quince años después, el vino ya no es una manera de emborracharse. Es un arte. Lo describes como algo sensible, delicado, singular, constante, aromático, romántico, frágil, caprichoso, revitalizante, auténtico, dulce o atemporal. Lo saboreas, lo disfrutas, su aroma es capaz de abrazarte y llenarte de recuerdos y deseos.
Me acuerdo de la primera vez que me enamoré. Y de la segunda, y de la tercera. Cada vez que me enamoraba, era por primera vez. Cada amor era mejor que el de antes. Cada beso era más significativo, cada palabra pesaba más que todas las anteriores. Escrutaba cada gesto y cada movimiento, dándole un sentido.
Pero todo aquello no tenía sentido. No lo tenía hasta que apareció él con una botella del mejor vino que había probado jamás.
Apareció en la esquina de mi casa y tardó siete segundos en enamorarme. Me mostró que la vida es olor a hierba recién cortada, una caricia inesperada, un guiño que seca las lágrimas, unas margaritas secas, noches de insomnio y días llenos de unos grandes vacíos. Me enseñó que la verdadera felicidad está en los silencios ácidos y las palabras absurdas que no lo son tanto. En la seda de las sabanas blancas, en las fotos enmarcadas, en las fechas para celebrar, en los encuentros fortuitos y despedidas ineludibles. Hizo que descubriera que una mujer es guapa cuando sonríe, nunca al revés.
Desde entonces, ya no tomo cualquier vino. Desde entonces creo en el amor a la primera risa. Desde entonces, el número siete es mi número de suerte.
Agradezco a Biotherm por haberme retado a remover mis recuerdos. Pronto os desvelaré como Biotherm nos ayuda a enamorarnos en siete segundos. Si os apuntáis en http://enamoratecada7segundos.com podréis conseguir un kit de productos con los que enamorar y enamorarte…
Y tú, ¿eres capaz de enamorarte en siete segundos? ¿A través de qué?

Alena KH




La palabra “ex” me ha acompañado durante gran parte de mi vida. Soy la ex-soviética, la ex-esposa, la ex-bailarina.
Lo escuchaba ayer y no podía estar más de acuerdo; enamorarse es rechazar cada “nunca jamás” que teníamos dentro. Cada vez que te enamoras, algo importante cambia en tu ser, en tu forma de pensar, en tu forma de amar. Enhorabuena.
Por si os interesa a los sensible y con buen gusto: http://relatosymasvalentina.blogspot.com.es/
Cada amor nos aporta algo nuevo
Yo nunca me había enamorado en siete segundos. Puede ser es porque todavía compro el vino barato
Me ha encantado el post. A ver con qué nos sorprende Biotherm.
por cierto, ojalá todos los posts de publi fueran así de currados, con mucho sentimiento y sin que la publi sea su principal motivo. Ole tu.
¡Gracias, guapa!
Todos los enamoramientos y amores son los primeros, estoy de acuerdo.
Yo llevo enamorada hace tres meses y os aseguro que si hay alguno todavía más fuerte que este no estoy segura querer conocerlo.
Jajajaja
Me encanta el post.
A disfrutarlo, pues
Los amores a primera risa siempre son y serán los mejores… Algunos se quedan solo en platónicos pero para los enamorados ha sido algo real.
“Creo en el amor a primera risa” ME ENCANTA!! Yo siempre he sido más de ron que de vino, así puedo decir cada vez que lo pido “es que el ron hace el cariño”